Entre el Jordán y el Leteo

Renaciendo en el Jordán

“-Ahora el enemigo va a ganarnos muchas batallas y por mucho tiempo… –dijo Quomo.
-¿Por qué se pone pesimista ahora? ¿Ganamos, no?
-Sí pero no es suficiente, todavía nos quedan por hacer algunas cosas más: sublevar las Malvinas, hacer cornudo al Príncipe de Gales, desalcoholizar el wisky, vender Playboy en Teherán, desmoralizar a los japoneses, sacarles a los pobres el orgullo de ser pobres.
-¿Lo vamos a hacer?
-Es más fácil descubrir el secreto de la ruleta, le aseguro. Pero alguna vez alguien lo hará.
-No agachar más la cabeza –dijo Chemir.”
(Osvaldo Soriano, “A sus plantas rendido un león”)

I) Historia antigua
Intentaremos un análisis absolutamente abstracto, procurando que nadie se sienta ofendido en lo personal. Un análisis, diría, semántico, histórico, geográfico, mitológico.
Dos ríos titulan nuestro opúsculo. Dos ríos por antonomasia. Dos ríos que bañan de metáforas la historia de los hombres.
Jordán
El río Jordán recorre varios países: Israel, Líbano, Palestina, Siria y Jordania, la cual toma de él su nombre.
Río importantísimo en la mitología judeocristiana, separa al pueblo de Israel de la tierra prometida, y por eso Moshé, al ser condenado por J’h’v’, sabe que nunca cruzará el Jordán.
El Jordán es aquel río en el cual Juan el Bautista sumerge a Jesús, purificándolo innecesariamente, y donde se concreta la segunda y definitiva Teofanía, ya que el Espíritu Santo lo sobrevuela y la voz del Padre, desde los cielos, anuncia que ése es su hijo.
En el Jordán se bañaban los enfermos, convencidos de sus dotes curativas del cuerpo. En el Jordán bautizaba Juan, convencido de sus dotes purificadoras del alma.
Por eso el Jordán es el río del Perdón y de la Promesa.
Leteo
El otro río es el Leteo. Nunca se supo exactamente por dónde arrastraba su cauce. Algunas leyendas creen verlo en el río Limia, que nace en tierras de la provincia de Orense (España).
El Leteo era uno de los ríos divinos de las creencias griegas.
Durante una etapa que fue silenciada por el tomismo, que pretendía ver en la filosofía griega un precristianismo, la mitología griega (vid. Pitágoras) intuyó la posibilidad de la reencarnación.
Para que ese volver a la vida funcionase, primero había que purgar los pecados y luego olvidar el pasado (que no es lo mismo pero es igual).
Los pecados se purgaban a través de distintos castigos, de naturaleza varia y, por lo general, basados en la repetición (las danaides, Tántalo, Sísifo, Prometeo, etc.).
El olvido del pasado se efectuaba mágicamente al cruzar el Leteo. El río de la amnesis borraba -casi definitivamente- el recuerdo de la vida anterior.
Sus propiedades de paso al mundo de los vivos lo identifican de algún modo con el líquido amniótico, con el parto, con la mujer.
Así, el Leteo es el río del olvido y del renacimiento.
Dos culturas
Griegos y Judíos. Dos ríos. Una suerte de encuentro entre lo helénico y lo hebreo.
Borges señalaba, en una conferencia creo que inédita, que “la cristiandad, más allá de nuestras convicciones o de nuestras dudas personales, es una amalgama de dos naciones que me parecen esenciales para el mundo occidental. Esas son: Israel (el cristianismo procede de Israel) y Grecia.” Y luego “ya que Roma fue una suerte de extensión del helenismo, creo que todos, por el mero hecho de pertenecer a la cultura occidental, somos hebreos y griegos.”
Yo agregaré que también nos encontramos ambas culturas, oriental y occidental, por definición, entre estos dos ríos cuyas corrientes nos arrastran: entre el perdón y el olvido.

II) Historia no tan antigua
Aunque la metáfora sea esperable, debo decir que a lo largo de la historia argentina, venimos constituyendo una identidad fluvial que rastrea su cauce entre el Jordán y el Leteo.
El perdón no implica olvido, pero lo simula. El perdón es una sensación agria que cría raíces en el pecho esperando la oportunidad en que la herida vuelva a abrirse para sembrar de pus el universo. El perdón mendiga el silencio, o la media voz del confesionario.
El olvido necesita borrar no sólo el recuerdo del enemigo sino al enemigo mismo. El olvido se construye a puñetazos, a balazos, revolución tras revolución. El olvido es un grito, pero no una queja, es un alarido guerrero para liquidar mágicamente la batalla. Nos olvidaremos el día que no existan más los que querían que los perdonáramos. Cuando no haya más penas, habrá olvidos.
1810
Nuestros primeros patriotas, aún sin patria, eran arrastrados por corrientes opuestas: Morenistas por el olvido, Saavedristas por el perdón.
El perdón, como el Jordán, es muy cristiano. Por eso Saavedra cuenta con la Iglesia de su lado. El olvido, como el Leteo, es pagano. Por eso Moreno está solo, muere solo, con la cabeza llena de frases en francés, con una boca que no puede hablar porque se ahoga.
Siglo XX
La misma combinación vemos en 1916. Los Mitristas son el perdón, la reconciliación con el enemigo. Los Alemnistas son el olvido, la batalla.
Y en 1946, cuando la oligarquía reclama el perdón, el disimulo, el gatopardismo, Eva, gigantesca, demuestra que no habrá perdón sino combate. Que no hay, no puede haber, tregua alguna entre el pueblo y el antipueblo. Que el olvido sobrevendrá cuando se mueran de miedo porque una cualquiera se sienta en la mesa de las grandes decisiones, cuando se mueran de asco viendo cómo nos lavamos las patas en la fuente de Plaza de Mayo, cuando se mueran de vergüenza viendo que la mayoría reclama lo robado, cuando se mueran…
Después, ya nada fue lo mismo. Y desde el 55 al 83 lo único que se repartió fue agua del Jordán. Cada uno que llegaba, como Illia, promulgaba una amnistía, hablaba de reconciliación nacional, de sentarnos a la mesa con quienes nos provocaban arcadas.
Alfonsín
Y en 1983 Alfonsín nos hizo creer que venía el Leteo, haciendo ruido como el río que agua trae. Íbamos a tener reconciliación pero desde la justicia, no desde el perdón.
Y sin embargo, mirado hoy a lo lejos, el alfonsinismo no fue otra cosa que un gran zambullón en el Jordán. Un blanqueo macabro.
El sistema funcionó más o menos así: si te sumás a nosotros, si condenás el pasado, si empezás a hablar de derechos humanos, vas a tener un salvoconducto a la resocialización.
Fue el gran ojo de la aguja por el que pasaron los camellos represores. Fue el inmenso ojo de la aguja que se abrió para borrar los pecados de una generación. Fue el salvoconducto, el pasadizo.
Y por ese ojo de aguja pasaron los ricos en desaciertos, con camello y todo: Grondona, La Nación, Clarín, Ruckauf, Menotti y toda la selección, el mismo Borges, Sábato que llamaba a Videla ‘General Progresista’, el privilegiado Bacigaluppo, Daniel Marx que siguió a cargo de la deuda, Cavallo que la estatizó, De La Rúa y su cuñado Basilio Pertiné, el cardenal Aramburu, la fiscal Carrió, y mil demonios más cuyo nombre es Legión, porque son muchos.
Las Universidades
Y no poco de esa legión fue lo que entró en las Universidades Argentinas. Y hay que decirlo. ¿Nunca se nos ocurrió preguntar a nuestros eximios profesores qué función ocupaban en el Proceso? Sería un ejercicio digno de encomio publicar las listas de autoridades universitarias que fueron impuestas por el régimen.
Y la de profesores que fueron nombrados, ascendidos, mimados mientras se mataba a sus alumnos. Y la lista de altos funcionarios de la Justicia y del Gobierno, aunque sea Provincial. Ni hablar si pudiésemos obtener las listas de quienes soplaban a los servicios de inteligencia del Estado.
¡Y qué gracioso! Los nombres que encontraríamos, coincidirían -¿error? ¿amnesia?- con los de los grandes defensores de los derechos humanos, de los personalísimos.
Hay cátedras enteras que se han bañado en el Jordán. Hay nombres que por entonces metían miedo y hoy sólo dan vergüenza.
Hagamos la prueba, preguntemos. Seguramente oiremos hablar de reconciliación nacional, de perdón, de Jordanes caudalosos.
¿Por qué no?
Pero ¿está mal esa conversión? ¿no puede una persona haberse equivocado? ¿no puede haber aceptado un puesto por vanidad sin querer por ello convalidar atrocidades?
Yo digo que hay que desenmascararlos. Porque necesitamos dejar de vivir en la falsedad, en la esquizofrenia. Porque “violencia es mentir”.
Y hay que tener cuidado porque sus discursos son caballos de Troya. Ellos son los mismos que dirán que hay que moderar los escraches. Que pobre Alemann. Que hacia dónde vamos. Que no se pueden ir todos.
O dirán que los políticos son corruptos, que hace falta otra dirigencia, y mientras tanto, con cara de tener el ancho de espadas, encubrirán sus ‘pequeños’ robos, sus pasados homicidas, sus denuncias.
Y aquí debo decir algo terrible: casi que prefiero a Astiz, que sigue reivindicando los horrores de Estado. Que no disimula su ponzoña. Facineroso y todo es sincero, un sincero hijo de puta. Pero no me miente valores para que me olvide de quién fue quién en la Argentina.
Los otros, los jordánicos, se zambullen en el perdón, se lavan con lejía sus pústulas. Militan en el Opus Dei, condenan el aborto de los pobres y la píldora del día después, temen a la memoria combativa, a la utopía militante, son políticamente correctos.
Hoy parece que excelencia académica es hablar pomposamente, saludar amablemente, aburrir solemnemente, y cobrar por eso.
Y excelencia académica es compromiso con la verdad, con lo justo, con la memoria. Excelencia académica es, a veces, gritar en el desierto.

III) Historia por-venir
Creo que merecemos otro destino. Otro río deberá traernos otras aguas. Al igual que ese sol que brilló el 20 de diciembre (no el 19) nos trajo otros días.
No podemos seguir creyendo en el perdón. El perdón no está cerca de la Justicia. Y para olvidar de verdad deberíamos borrar del mapa la mentira. El olvido es paz, y la paz proviene de la justicia, la paz nacerá cuando sepamos que logramos quebrar a la injusticia, cuando hayamos terminado con las causas de nuestro dolor, cuando se nos haga carne aquel lema olvidado de que “las libertades que nos faltan son las vergüenzas que nos quedan”.
Merecimos este país, merecimos esta angustia. Pero hagamos algo para dejar de merecerla. Ésta es nuestra casa y no debemos permitir que nos hagan sentir como inquilinos.
Construyamos una revolución, aunque sea chiquitita. Encaremos las cosas de otro modo. Reclamemos a los gritos para que no nos roben la esperanza. No estamos estudiando ingeniería, no estamos enseñando teología. Estamos construyendo la más noble pero también la más humana de las ciencias. Estamos construyendo Derecho, aunque lo construyamos por la izquierda.
Éste que escribe intenta desde hace algunos años una batallita. Y aceptó y aceptará los costos, de huevo. Veamos que tienen para decir los que vienen, todos ustedes. Veamos qué Universidad y qué Argentina sueñan, y muéstrennos qué hacen para realizarlas. Todos confiamos en eso. Los estamos esperando.
Veamos si tragamos el perdón o si construimos el olvido. Aunque sea para no merecerlo.