AQUEL JESUS

expulsando con el látigo a los mercaderes del templo

Hay dos parábolas de los evangelios que a mí me gustan mucho, que recuerdo siempre, y que siento vinculadas a nuestra área del saber.
Las dos tienen conclusiones ‘sorprendentes’ (Ratzinger dixit), extrañas, difíciles de explicar. Son casos donde el concepto de justicia de aquel hombre dios difiere de la idea mojigata de justicia que nuestra civilización fue construyendo.
Son estas las ideas de aquel tipo que mientras los jueces gritaban contra la Magdalena, él se limitaba a hacer dibujitos en la tierra con una ramita, para luego pronunciar su sentencia de empatía con el delincuente.
Por eso, a pesar de nuestra poca fe, los invito a leerlas:

Parábola del administrador
astuto
Lc 16, 1-13
Jesús contó otra parábola
a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador a quien acusaron de
derrochar sus bienes.
Así que lo mandó a llamar
y le dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Rinde cuentas de tu
administración, porque ya no puedes seguir en tu puesto.”
El administrador
reflexionó: “¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón está por quitarme el puesto?
No tengo fuerzas para cavar, y me da vergüenza pedir limosna. Tengo que
asegurarme de que, cuando me echen de la administración, haya gente que me
reciba en su casa. ¡Ya sé lo que voy a hacer!”
Llamó entonces a cada uno
de los que le debían algo a su patrón.
Al primero le preguntó:
“¿Cuánto le debes a mi patrón?”
“Cien barriles de aceite”,
le contestó él.
El administrador le dijo:
“Toma tu factura, siéntate en seguida y escribe cincuenta.”
Luego preguntó al segundo:
“Y tú, ¿cuánto debes?”
“Cien bultos de trigo”,
contestó.
El administrador le dijo:
“Toma tu factura y escribe ochenta.”
Pues bien, el patrón
elogió al administrador de riquezas mundanas por haber actuado con astucia. Es
que los de este mundo, en su trato con los que son como ellos, son más astutos
que los que han recibido la luz.

 

Por eso les digo que se
valgan de las riquezas mundanas para ganar amigos, a fin de que cuando éstas se
acaben haya quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas.
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Parábola de los talentos
Mt 25, 14-30
Porque el reino de los
cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó
sus bienes.
A uno dio cinco talentos,
y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue
lejos.
Y el que había recibido
cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
Asimismo el que había
recibido dos, ganó también otros dos.
Pero el que había recibido
uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo
vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
Y llegando el que había
recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco
talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre
ellos.
Y su señor le dijo: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor.
Llegando también el que
había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
Su señor le dijo: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor.
Pero llegando también el
que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro,
que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve
miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
Respondiendo su señor, le
dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo
donde no esparcí.
Por tanto, debías haber
dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío
con los intereses.
Quitadle, pues, el
talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
Porque al que tiene, le
será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Y al siervo inútil echadle
en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.