El Estado episódico

Presupuestos y concreciones de nuestros dirigentes.
Tener un proyecto, o hacer de los titulares de los diarios una agenda de gobierno.

Planes nada más
Decía Hipólito Irigoyen: “El mejor plan de gobierno que un candidato puede proponer es la Constitución Nacional”.
Desde entonces hasta hoy hemos conocido muchos y bellísimos planes de gobierno.
Planes anuales, bianuales, quinquenales, decenales, el mejor de los últimos 50 años, el más importante del siglo, planes sin precedentes, proyectos de corto, mediano, largo y larguísimo plazo…
La verdad es que, en Argentina, parece que es mejor prometer que realizar, contrariamente a lo que quería Perón.
Nuestros dirigentes hace décadas que olvidaron lo que es planificar y seguir un plan hasta su culminación.

El presupuesto
El presupuesto general de la Nación es el plan que cada año nos damos como país. El Poder Ejecutivo lo diseña, y lo envía al Congreso, el que lo aprueba, reformulándolo si lo considera necesario.
Así lo prevé la Constitución en su artículo 75 inciso 8 cuando dice “Fijar anualmente el presupuesto general de gastos y cálculo de recursos de la administración nacional, en base al programa general de gobierno y al plan de inversiones públicas”
Y el presupuesto es, en esencia, inmodificable, debe cumplirse salvo situaciones extraordinarias. Por eso su presentación y aprobación están rodeadas de tantos requisitos, y por eso debe rendirse cuentas, al terminar el año, de cómo se ejecutó el presupuesto.
Es que para eso existe el ‘presupuesto’, que en su acepción más antigua implica “Propósito formado por el entendimiento y aceptado por la voluntad”.
Porque con una idea se forja un objetivo, pero aquí lo difícil es la perseverancia para alcanzarlo.
Los argentinos somos, por definición, grandes creativos, imaginativos, pero poco tenaces, poco aplicados, quizás por la herencia del migrante.
Por ello, el presupuesto que año a año aprueba el Congreso, es en Argentina una variedad de la literatura fantástica.
Y ello se ha institucionalizado al punto tal que se admite una flexibilidad enorme, siempre con la excusa de la ‘emergencia permanente’: el Poder Ejecutivo puede reasignar partidas libremente. Si el Congreso aprobó que se construyan 100 viviendas y se pague el 10% de la deuda externa, el Ejecutivo puede redirigir los fondos de las viviendas a pagar más deuda, y no construir ninguna vivienda.
Y eso es actualmente admitido por el mismo Congreso, lo volvió a aprobar en noviembre de 2008, basándose en que seguimos transitando la misma emergencia económica desde el 2002…

Palos de ciego
Y en la práctica se verifica un fenómeno interesantísimo, en el extremo opuesto de la planificación.
El Estado es gobernado por un grupo de señores y señoras que todas las mañanas desayuna leyendo el diario y viendo los noticieros.
Cualquiera sea la noticia del día, ellos la toman como oportunidad de gobierno.
Y lo único que hacen ese día es algo que sea visible y que sirva de respuesta a las noticias.
¡Es cierto! En vez de repasar cómo van en la ejecución presupuestaria, miran los titulares.
Y aquí no reprochamos sólo al Estado Nacional, ya que se advierte en la Provincia, en la Municipalidad y hasta en la más pequeña comuna. En esto también todos los dirigentes políticos parecen ser iguales.
Si el episodio más notable del día es un grave accidente de motos, lanzan volantes y afiches sobre ponerse casco, y presentan un proyecto de multas a los que no lo usan.
Al día siguiente, el tema de tapa es ‘los jubilados’, entonces hacen campañas publicitarias sobre los abuelos, y presentan proyectos sobre aumentar las jubilaciones mínimas. Ese día ya no importa si la gente sigue matándose sin usar casco.
Nunca se preocuparon porque los autos pasaban a toda velocidad frente a una escuela. Pero el día en que atropellan a un chico ponen un semáforo, y 3 lomos de burro ¡no vaya a ser que alguien no se dé cuenta de que ellos están preocupados por esto!!
Claro que construir aunque sea un lomo de burro antes no servía para nada, porque podría haber evitado que chocaran a un chico, pero nadie hubiese advertido cuánto nuestros dirigentes lamentaban el incidente.
A eso también responde el criterio para las reparaciones de las calles, por ejemplo. Uno se pregunta: la mayoría de las obras que se hacen sobre el asfalto ¿no pueden hacerse a la siesta o a la noche, cuando no hay tránsito?? Pero claro, cuanta más gente se molesta, más gente ve que el gobierno hace obras.
Hace unos días, el Jefe de Gabinete de la Ciudad de Buenos Aires decía en un reportaje “Estamos haciendo cientos de obras. Todos los vecinos lo saben, ya que los molestamos todos los días con diferentes cortes de tránsito.”
Es eso: quieren hacer ostentación de gobierno, más que acción de gobierno.
Si todo marchase bien y no hubiese problemas, creen que la gente se olvidaría de ellos.
Más que gobernantes, son cronistas…

Otro Estado
Tenemos que dejar de ser un Estado episódico, discontinuo. Tenemos que dejar la política de gobierno por reacción.
Es imprescindible que nuestros dirigentes piensen un proyecto de país, de provincia, de ciudad. Que nos pidan el voto para apoyar ese proyecto. Y que –llegados al poder- hagan lo previamente definido para lograr el futuro que propusieron.
Para hacerlo ¿tienen ganas? ¿tienen equipos? ¿tienen neuronas?
No sé, pero sí creo que es responsabilidad nuestra felicitar al que gobierna seriamente, sin procaces apariciones mediáticas, y no apoyar a quienes sólo están en la respuesta cotidiana.
Porque sólo nosotros –con el voto, la participación y la queja- seremos artífices de nuestro destino.

Domingo Rondina