Durán Barba y Macri, son PRO… |
Compartimos un interesante trabajo del Dr. Alejandro Gonzalo García Garro, quien analiza profundamente la visión postmoderna que enarbola la ‘nueva política’ que nos toca ver a los argentinos en estos comienzos de milenio…
Posmodernidad en el discurso político del PRO*
Resumen: Esta ponencia es un análisis comparativo del discurso político del Partido “Propuesta Republicana” (PRO), retratado mediante conceptos de Jaime Durán Barba, cotejado con teorías de la posmodernidad elaboradas por los sociólogos Beck, Beck-Gernsheim, Lash, Giddens y Luhmann.
Se concluye que el discurso político del PRO tiene marcadas analogías con las conclusiones de los sociólogos abordados, encontrando marcados parentescos conceptuales con la “Teoría de la Individualización” de Beck y Beck-Gernsheim y la “Sociología del Posmodernismo” de Lash. Se resalta que este hecho es una innovación teórica y política sin precedentes en Argentina.
Palabras claves: Posmodernidad, Sociología, Política y Durán Barba
1. Introducción
El debate en torno a la condición moderna de la sociedad sobrevuela la conceptualización de la Ciencia Política de modo insoslayable en la actualidad. Modernidad y posmodernidad, la esencia de estos conceptos, su aceptación o rechazo, definen y/o redefinen en buena medida los conceptos centrales de las Ciencias Sociales. Realizaré un abordaje a los mismos desde la Sociología, a través de de los textos de Ulrich Beck, Elisabeth Beck-Gernsheim, Anthony Giddens, Scott Lash y Niklas Luhmann.
Este trabajo pretende plasmar algunas postales del discurso político del Partido Propuesta Republicana (PRO) ([1]) que conduce el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, explicadas a través del material propuesto, buscando establecer los parentescos conceptuales y las similitudes teóricas del PRO con las ideas y textos desarrolladas en la obra de Beck, Beck-Gernsheim, Lash y, en menor medida, Giddens y Luhmann.
Para ejemplificar los fragmentos del discurso político del PRO recurrí al análisis de entrevistas y artículos del consultor político de Macri, Jaime Durán Barba ([2]). De ellas, he extraído y elaborado una matriz de ideas recurrentes en torno a los conceptos centrales de las Ciencias Sociales y la Ciencia Política.
La caracterización de la condición posmoderna de la sociedad argentina y su presencia en el discurso del PRO será reflejada mediante una serie de conceptos tomados de los autores señalados y recurriendo para su ilustración a las opiniones de Durán Barba. No hice un análisis sobre las estrategias de campaña del PRO, ni del marketing político. Busqué extraer la concepción de la sociedad que está en el trasfondo del discurso y algunas ideas centrales del pensamiento político y sociológico del PRO ([3]).
2. Modernidad/posmodernidad política en Beck, Giddens, Lash y Luhmann.
Primero cabe determinar cuándo una sociedad es moderna y cuándo es posmoderna.
Consiste en precisar si en las sociedades contemporáneas, en especial las desarrolladas, hoy se ha entrado en una nueva etapa donde su organización social se estructura mediante parámetros, instituciones y reglas que niegan, superan o difieren sustancialmente de las construidas por la modernidad.
Se entiende a la sociedad moderna, en forma simplificada, como la emergente de los procesos políticos europeos del siglo XVII, resaltados con las grandes revoluciones del siglo XVIII, el nacimiento de los Estados nacionales y el desarrollo mundial del capitalismo ([4]).
Se denominaría posmodernidad a la forma de estructuración de la sociedad entendida como superación o cambio sustancial de esta anterior forma de organización social.
Existen autores que no ven una bisagra definitiva entre modernidad y posmodernidad, pero dan cuenta de cambios profundos que hacen de la contemporánea una sociedad diferente a la de la modernidad clásica. Estos autores sostienen que estos cambios, variaciones, nuevas condiciones, emergentes, actores, desafíos, etc., que envuelven a la sociedad contemporánea constituyen manifestaciones peculiares pero propias de la misma modernidad, que si bien arman un nuevo paisaje social, lo hacen desde la lógica y racionalidad de la propia modernidad, sin salir del modelo de sociedad por ella construido.
Los sociólogos no suscriben placidamente la idea de que la sociedad contemporánea es posmoderna. Es más, con matices y contrapuntos, casi todos los autores que abordamos niegan la existencia de la posmodernidad, al menos como condición de la sociedad contemporánea que niegue a la modernidad, pero todos refieren a cambios sustanciales en las instituciones que hicieron los pilares de la sociedad moderna.
Haré un resumen de las diferentes concepciones que hacen los autores sobre la condición moderna, vinculándolo con la tesis de Durán Barba a modo de relacionarlo con su discurso político:
Ulrich Beck / Elisabeth Beck-Gernsheim: Los Beck perciben cambios en la sociedad contemporánea, pero no conciben una ruptura conceptual de tal dimensión como para pensar en una sociedad posmoderna. Para ellos a la primera modernidad, o “simple modernidad” le sigue el despliegue de una “segunda modernidad” o “modernidad reflexiva”.
Esta situación es fruto de un crecimiento del rol del individuo en la construcción de las reglas sociales, como consecuencia natural de la primera modernidad. Lo definen como “individualismo institucionalizado” y lo describen como el hecho por el cual las “instituciones cardinales de la sociedad moderna están (ahora) orientadas al individuo y no al grupo” ([5]). Esta es la característica estructural distintiva de la segunda modernidad.
Sostiene Lash sobre la teoría de Beck: “En la primera modernidad, el individuo estaba constituido en consonancia con una serie de roles dentro de una variedad de instituciones. En la actualidad, estas instituciones están en crisis, y muchas funciones que en otro tiempo tenían lugar en la interfaz institución e individuo están teniendo lugar actualmente de manera más intensa y más próxima al individuo” ([6]).
Esta crisis de las instituciones tradicionales de la sociedad moderna las convierte en “zombis” según el concepto de Beck. Esto refiere a su situación, cruzada por su origen, vinculado a la primera modernidad, y su tránsito a una sociedad signada por la individualización. Para Beck, la familia, el barrio, las clases sociales, la propia democracia y, en buena medida la política obviamente, son categorías zombis, que pretenden regular con parámetros de una vieja sociedad la realidad de la nueva, “estamos viviendo con categorías que están muertas y vivas al mismo tiempo” ([7]).
Las ideas de los Beck abren las puertas al diagnóstico de Durán Barba. El concepto de categoría “zombi” y la individualización son marcos conceptuales en los cuales pueden operar con total normalidad las ideas del consultor del PRO, como veremos más adelante.
Anthony Giddens: “En vez de estar entrando en un periodo de postmodernidad, nos estamos trasladando a uno en que las consecuencias de la modernidad se están radicalizando y universalizando como nunca” ([8]), afirma Giddens. No se trata de posmodernidad, sino de “Modernidad Radicalizada” para el sociólogo inglés. Es la propia dinámica de la modernidad la que lleva a su radicalización. Su dinamismo deriva de la separación del tiempo y de lo que denominamos espacio. La relación y combinación de tiempo y espacio, su separación, trae cambios importantes en la sociedad y sus instituciones tradicionales ([9]). A este elemento debe sumársele el carácter reflexivo de la modernidad, que acarrea un constante ordenamiento y reordenamiento de las relaciones e instituciones sociales en función de la incorporación de nuevos conocimientos –permanentemente sumados- que inciden decisivamente en las acciones de los individuos y grupos sociales.
A la par de lo mencionado, la “mundialización”, el desarrollo del capitalismo y el industrialismo cambian relaciones e instituciones de la sociedad moderna. En la lectura de las transformaciones producidas en las clases o movimientos sociales que hace Giddens, se pueden trazar algunos paralelos con los planteos de Durán Barba.
Scott Lash: “El posmodernismo no es una condición ni, como si formara parte de un tejido junto con el pos industrialismo, un tipo de sociedad en el sentido en que la gente habla de la sociedad industrial o de la sociedad capitalista o de la sociedad moderna. Pienso en cambio, que el posmodernismo está confinado al ámbito de la cultura” ([10]), argumenta Lash en las primeras páginas de “Sociología del Posmodernismo”, adoptando el término pero dándole una acepción más específica. Para Lash, el posmodernismo es estrictamente cultural, un “paradigma cultural”.
Los paradigmas culturales son para el autor “regímenes de significación” que producen objetos culturales, operando como una economía cultural. Esta especial condición de la cultura trae cambios radicales en la sociedad. Reconvertida bajo una lógica económica, devenida en una industria, la cultura pierde su diferenciación con lo social, que constituyó su rasgo distintivo en la modernidad clásica.
Este proceso se retroalimenta con el rol central de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, la globalización y la economía posindustrial, impactando en la sociedad moderna cuestionando y redefiniendo instituciones. En “Crítica de la Información”, Lash define estos fenómenos como el emergente de “una cultura tecnológica”.
La política, el rol del individuo, los partidos o las clases sociales son drásticamente reconfiguradas. Sin dudas, en Lash encontramos muchas ideas que parecen tener un parecido de familia con el discurso de Durán Barba.
Niklas Luhmann: Este sociólogo vuelve directamente a los presupuestos del conocimiento sociológico y plantea que no se puede hablar de modernidad o posmodernidad sin un correcto abordaje epistemológico que de cuenta de los grandes cambios operados, que hacen a la sociedad moderna un gran sistema social compuesto por cada vez más subsistemas sociales, sin jerarquías establecidas, ni contornos y límites claros, en lo que Luhmann describe como un proceso “diferenciación social” ([11]).
Los planteos de Durán Barba no se vislumbran en la agenda de Luhmann, pero en algunas definiciones de carácter más político que veremos se encuentra el parentesco.
A modo de resumen: De los autores tratados, son los Beck y Lash los que reconocen la existencia de profundos cambios en la sociedad moderna. Lash directamente se explaya sobre una cultura posmodernista. Estos autores son también los más recientes, sus libros fueron publicados en momentos donde los cambios sociales y el avance tecnológico eran más perceptibles. Sin embargo, la polémica está presente en todos los autores, y similitudes y analogías se pueden trazar.
Ahora analizaré algunas ideas centrales de los textos sociológicos y las cotejaré con conceptos de Durán Barba.
3. Durán Barba y el Pro, ¿política y sociedad posmoderna?
La elección de Jaime Durán Barba como sujeto portador y reproductor del discurso político del PRO es deliberada. Primero, nada refleja mejor un debate en torno a las posmodernidad en la política que la figura de un consultor, un profesional dedicado al estudio de los comportamientos sociales del electorado, análisis de la opinión pública, sus preferencias, la comunicación política, la construcción del discurso, etc.
Sin pretensión de conocer las facetas íntimas del partido de Macri, cabe afirmar que las estrategias electorales y las campañas son hoy el marco de debate y construcción de las ideas políticas por antonomasia y, allí, sin ser candidato, Durán Barba adquiere una centralidad que no goza casi ningún otro dirigente del PRO por fuera de Macri. También es cierto que Durán Barba constituye la voz “más política” de los referentes del PRO, quienes en muchas ocasiones no poseen definiciones ideológicas, ni teóricas.
Más allá de su simpleza a la hora de expresarse, lo cierto es que el ecuatoriano Durán Barba es un hombre instruido, con un dilatado currículum laboral y académico en distintos países. Independientemente de compartir o no sus ideas políticas, sus cuatro títulos universitarios –doctorado en Derecho, maestría en Sociología, licenciatura en Filosofía Escolástica y doctorado en Historia- lo convierten en un excelente objeto de análisis para buscar las esencias del pensamiento político desde una perspectiva de las Ciencias Sociales, la Ciencia Política y la Sociología. El lenguaje y los conceptos utilizados por Durán Barba son muy parecidos a los utilizados en los textos. De hecho, es muy posible que los haya leído.
Durán Barba, no tiene dudas que hoy vivimos en una sociedad posmoderna, y que esta condición incide notablemente en la política. Cuando le preguntan “¿Qué influencia concreta tiene la posmodernidad en la política actual?”, sin medias tintas responde:
“Total. Cuando hice mis estudios de Filosofía en la Universidad de Cuyo (Mendoza) vivíamos la agonía del viejo paradigma y creíamos en el general Perón y en las marchas de los muchachos peronistas. Era la última parte de los viejos caudillos, de la política de la voz. Ya la TV empezaba a impactar y el rock a cambiar la mente de la gente. Pero ahora la sociedad cambió totalmente, la posmodernidad es un hecho, la revolución de las comunicaciones ha sido descomunal, Internet ha sido la última gran explosión de esa revolución y, desde luego, los celulares. Si se hace política y no se entiende que los jóvenes admiran a los hackers y no a los guerrilleros, no hay posibilidad de hacer política”. ( [12]).
Indudablemente, esta afirmación es un rasgo distintivo del PRO. Prescindiendo de juicios de valor, descriptivamente se puede afirmar que ninguna otra fuerza política, ni dirigente de relevancia, afirma en forma tan categórica esto: estamos en la posmodernidad. Algo que, prima facie, parece un ataque contra los tradicionales partidos políticos.
Como veremos, esta condición no es sólo la expresión de un asesor de campaña, es la lectura de la sociedad que hace el PRO, la que se vio reflejada en las campaña de Macri, donde la ruptura con lo que se considera una tradicional forma de hacer política, al menos en lo que a la comunicación y mensajes se refiere, se hizo más patente que nunca en la política argentina ([13]).
4. Las clases sociales
Nadie puede negar el carácter central de las clases sociales en la política moderna. El pensamiento político moderno da cuenta de eso. Toda la tradición política marxista sostiene que las ideologías, como los partidos políticos, corresponden a las clases sociales. Hasta los politólogos clásicos que reniegan de la lectura maximalista del marxismo, como Duverger, sostienen que “no existe ninguna duda de que las ideologías y, sobre todo, las ideologías políticas, reflejan en gran parte situaciones de clase”. ([14])
Cualquier observador político puede afirmar sin temor a equivocarse que el PRO es una expresión política sin alusiones a las clases sociales, menos a la obrera. Su perfil parece soslayar el debate, o en ocasiones contiene demandas de los sectores empresariales de manera más clara que cualquier otra expresión política. De hecho, es la expresión más cercana a una política de la “burguesía” en este país.
Pero la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no se compone de un 60% de empresarios o pequeños burgueses, por lo que su política no se puede expresar jamás por una identificación de clase en su sentido tradicional. Puede ser así al punto que Durán Barba no cree en la existencia de clases sociales, al menos en los términos que la sociedad y la política moderna las conoció. Para él, ya no se ordena la política en función de la dicotomía burguesía/ proletariado, trabajadores/patronal. Hay muchas clases, con diversos intereses, que cambian, mutan, se reconfiguran permanentemente.
“Los contenidos de la política tienden a ser más efímeros y deben ser recreados todo el tiempo. Por eso es un gran desafío para los partidos sobrevivir. Importan menos las clases sociales que esa odiosa palabra yanqui que llamamos target. ¿Y el target qué es? Es un grupo que se forma provisionalmente, en torno a un tema, y que mañana desaparece. La sociedad a la que le habla un político es una cantidad de grupos sociales específicos, con necesidades específicas, a los que hay que saber plantearles mensajes específicos.” ([15])
Su lectura lo lleva al punto de descreer hasta de la propia representatividad del peronismo en la clase obrera: “Este peronismo, y más en la última época, con la conducción de Cristina Fernández, ya no tiene al movimiento obrero como un eje vertebrador”.
Ulrich Beck sostiene que el concepto de clase social está hoy cuestionado –es una de las categorías zombis que vimos-, todas las instituciones que presuponen un moldeado colectivo de la conducta individual hoy están en crisis. Es el individuo institucionalizado el que busca sus propias clases e instituciones que lo representen. “Con el declive de la clase y de los grupos de estatus, el individuo debe convertirse en el agente de su propia identidad. El individuo, no su clase social, se convierte en la unidad de reproducción de lo social en su propio mundo vital”. ([16])
Giddens sostiene que la modernidad asocia la política, por la fuerte influencia del capitalismo y el industrialismo, al movimiento obrero. Considera que hoy, una “preocupación obsesiva por el movimiento obrero” ([17]) puede conspirar contra la construcción de una política emancipatoria, ya que ignora las distintas fuerzas implicadas en la modernidad que se articulan y operan como “movimientos sociales”.
Para Lash, la cultura posmoderna corroe las identidades colectivas, y así los agrupamientos en torno a clases y su operatividad en la política pierden relevancia. Es determinante en este proceso la gran reducción numérica de la clase obrera en la economía pos industrial. Lash apunta que “la decadencia de la identidad colectiva se registra, por ejemplo, en la (cada vez menor) identificación con el Partido Laborista (en Inglaterra se refiere el autor), con los sindicatos, con una mentalidad de nosotros versus ellos” ([18]).
5. Partidos políticos
La teoría política de mitad del siglo XX en adelante hizo de los partidos políticos un pilar fundamental de la democracia y la sociedad moderna. Era la democracia de los partidos. Sartori afirmaba hace un par de décadas que “Los ciudadanos son representados mediante los partidos y por los partidos…Es inevitable. La representación ha perdido cualquier inmediatez”[19]. La democracia representativa presuponía siempre “tres términos: Los representados, el partido y los representantes”[20]. La mediación de los partidos no sólo era excluyente, sino imprescindible. La importancia de las estructura políticas, las plataformas, la militancia y la profesionalización de la política era su contratara.
Pero para el PRO los partidos políticos ocupan otro lugar. Su concepto viene atado al de clases sociales. Para Durán Barba desde hace una década en casi toda América Latina existe una crisis de los partidos políticos. “Con pocas excepciones, los viejos partidos han entrado en una etapa de virtual extinción o de transformación tan profunda que en muy poco se parecen a los partidos de los ochenta” ([21]).
El consultor del PRO destaca que el suyo es un partido muy joven, sin tradiciones, sin el aburguesamiento propio de los viejos paradigmas. La experiencia parece ser fiel a su relato. Durán Barba está convencido de que las nuevas tecnologías y los cambios en la sociedad hicieron desaparecer la militancia partidaria tradicional:
“Los partidos contemporáneos no nacen de la militancia de pueblo en pueblo, y de comité a comité. Los jóvenes actuales en vez de estar en las unidades básicas navegan en la red”.([22])
El PRO plantea la ruptura con el partido político de masas de la era industrial, reflejo de la división de la sociedad en clases que se gestó a mediados del siglo XX en Argentina, donde las estructuras colectivas y la uniformidad cultural moldeaban al individuo.
Beck, partiendo desde la individualización de la segunda modernidad, lee la actualidad de los partidos políticos con una mirada casi idéntica:
“Todas las viejas concepciones de la clase y de la política presuponían (en la primera modernidad) que el individuo y la individualización eran una falsa idea básica que tenía que superarse para poder reconstruir identidades colectivas, organizar la vida política y representar al individuo en la democracia política. Yo creo que esto es un gran error. Es necesario más bien lo contrario. Los partidos políticos tienen en nuestro tiempo que reconocer la individualización, y no como algo que superar, sino como nueva forma de democratización cultural y de autoconciencia de la sociedad. Una nueva forma de sociedad en la que la política se relaciona con la libertad individual y con las libertades y derechos políticos de los grupos en la vida cotidiana. Si los partidos políticos no consiguen comprender esta situación sino que se empeñan en volver la vista a una colectividad o clase dadas, no serán capaces de comprender las fuerzas e ideas políticas de esta sociedad” ([23]).
Para Durán Barba los partidos ahora se dirigen al individuo, se convierten en estructuras más flexibles y locales que habitan en una sociedad que reniega de su representación: “Hay que discutir mucho, pensar mucho y acometer una tarea extraña, que es formar un partido posmoderno en una época en que los partidos solamente se están disolviendo.”([24])
Y Lash piensa lo mismo. La cultura posmoderna produce la “desintegración de lo social” y trae una declinación pronunciada de los partidos políticos: “La declinación de las instituciones implica un lugar menos importante para organizaciones como el partido político e instituciones como la Iglesia, y un mayor lugar para formas menos permanentes y más intensas de relaciones sociales”.
Para Lash, los movimientos políticos contemporáneos tienen que ser favorables a agrupamientos “de menor escala, más locales y con lazos afectivos más intensos”. ([25])
6. Individuo, discurso y representación política
Corolario del punto anterior y siguiendo a Sartori, la modernidad política otorgó a los partidos el monopolio de la representación y la construcción del discurso. Los partidos ganaban autonomía. Para el italiano, la representación y la construcción de la agenda pública escapaban al alcance del ciudadano común y “los partidos han sustituido en gran medida al electorado en la decisión de lo que debería ser representado y de que modo”.([26])
Es cierto hay autores como Bernard Manin que se explayan sobre una “metamorfosis de representación” ([27]), señalando que la visión clásica de la representación de comienzos del siglo XIX se muestra incapaz de explicar la relación entre gobernantes y gobernados de fines del siglo XX. Pero esta explicación carece de la radicalidad con la que las teorías posmodernas se refieren a los partidos políticos.
Las reconfiguraciones de las instituciones centrales en las que se erigió la modernidad política conllevan un giro de dos órdenes: primero, en las preferencias políticas de los ciudadanos, hoy (para Durán Barba) librados de los relatos colectivos y de los objetivos de las instituciones colectivizantes como los partidos, ahora conducidos por sus deseos, inquietudes personales y los objetivos y normas que cada individuo se impone.
En segundo orden, y como consecuencia de esto, debería existir una necesaria adecuación del discurso político de los partidos a esta nueva etapa de la individualidad política.
Durán Barba describe a este nuevo individuo políticamente posmoderno y lo incorpora como dato de análisis. Los votantes que piensa el PRO ahora…:
“Lo que quieren es que lo político se ponga al servicio de su vida, de su hedonismo, de su placer. No quieren dar la vida por un ideal. Ideal es que su vida sea hermosa. Cambiamos de la lucha por la revolución a lo que se llama la búsqueda de “La aventura a la vuelta de la esquina” (N. de R: título del libro de Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut). Del marxismo viejo a una perspectiva anarquista. Finalmente, es más interesante tener una aventura a la vuelta de la esquina que cambiar el mundo. Esa es la postura actual. La juventud que yo viví pensaba lo inverso, o al menos lo decíamos, de hecho no nos movimos”. ([28])
Lash también registra la fuerza demoledora de la individualización y la correlativa salida de los individuos de las estructuras de representación política tradicionales, abandonando los objetivos y relatos colectivos. Y va mucho más allá, señalando una ruptura con la propia identidad de la clase obrera. Desarrollando una idea de Samuel Beer, Lash grafica las relaciones entre la cultura posmoderna y la ruptura con las organizaciones de los trabajadores en Inglaterra. Citando a Beer manifiesta que “el ethos anti-autoritario de la cultura pop incitaba a los trabajadores no sólo a cuestionar la autoridad de los empleadores y del Estado burocrático, sino a oponerse a las jerarquías dentro de los sindicatos, del Partido Laborista y de la propia comunidad obrera”. ([29])
Para el PRO, los porteños decididamente no están para morir por una ideología. No hay Sierra Maestra, ni se quiere tomar el cielo por asalto. El ciudadano posmoderno del PRO “quiere vivir bien y defiende más sus intereses que los intereses políticos”, colectivamente entendidos.
Esta nueva ética ciudadana es retratada por Beck. Es una “subpolítica, que es a menudo muy local y concreta y que los políticos no aprecian porque no conocen los sistemas nerviosos culturales de estas culturas individualizadas” ([30]). Beck describe un sujeto político joven, es el responsable de convertir a la política en una categoría zombi.
Llamativamente, Beck se refiere a esta condición como “antipolítica”, entendida como metamorfosis de la politicidad de la primera modernidad
. Antipolítica es la crítica común que se le hace a los discursos del PRO, entendidos como desideologizados. Pero Beck lo analiza así:
“Esta variante occidental de la antipolítica abre la oportunidad de disfrutar de la propia vida, complementándola con una preocupación autoorganizada por los demás liberada de las grandes instituciones. Está organizada alrededor de la comida, el cuerpo, la sexualidad, la identidad y defiende la libertad política de estas culturas contra la intervención desde fuera. Si miramos de cerca estas culturas, lo que parece apolítico se convierte en politizado”. ([31])
Hoy, para Durán Barba, el político debe ir en busca del voto del ciudadano, despojado de la seguridad que le garantizaba una doctrina política y un partido. No importa la construcción de la propuesta racional. El rol del estadista que pensaba una política para y por el pueblo no tiene cabida. En una elección lo que importa es la efectiva elaboración de un mensaje que represente este complejo mosaico de intereses individuales que compone el universo electoral, porque “si quiere conseguir votos, el político tiene que dejar su ego de lado y pensar más en qué necesita la gente común”. ([32])
7. Imagen vs. Argumentación política
Otro eslabón de la cadena de cambios en la política lo constituye el mensaje político en sí mismo, entendido como la forma de comunicarse entre el sistema político y el ciudadano.
La argumentación y el relato de la política parlamentaria del siglo de XIX, la de los debates tipo asamblea ateniense son directamente impensados hoy. Un Sartori posterior al que vimos, el de “Partidos y sistemas de partidos”, que recoge la influencia de la televisión piensa un partido que construye imágenes de sí mismo para ofrecer al electorado afirma que “Los partidos se comunican con los electorados de masas por conducto de las imágenes de partido… Una imagen es un grupo de políticas vago condensado en, y expresado por, una palabra o un lema. “Bueno para los trabajadores”, o, mejor incluso, “partido obrero” es una imagen”([33]).
Pero la conceptualización de la sociología que adopta las teorías de la posmodernidad es casi un giro copernicano al concepto imagen de Sartori. La imagen ya no es un conjunto de ideas políticas sintetizadas, sino que la imagen es, en sí misma, del discurso político, desprovista de significaciones ulteriores.
La teoría de Scott Lash se centra en la explicación de la cultura posmoderna como la creación de una economía cultural. En ella, se produce un cambio sustancial en la forma de comunicación, particularmente en la relación entre el significante (ej: un sonido, imagen, una palabra); el significado (un concepto); y el referente (un objeto de la vida real con el que están vinculados el significante y el significado). A esta relación Lash la denomina “modo específico de significación”.
La desdiferenciación de la cultura posmoderna basada en el desarrollo explosivo de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, trastocan el equilibrio que la modernidad había dado a la relación de significación. Se construye un orden de mercantilización de las relaciones sociales centrado en la imagen, en la inmediatez y en la falta de reflexión. “La cultura se convierte en tecnología” ([34]) dice Lash, citando a Heidegger.
El discurso racional-argumentativo de la política moderna no tiene cabida en este orden cultural global, sus tiempos y sus procedimientos no son compatibles con las computadoras, la TV y el avance de la lógica de mercado en la cultura. Lash argumenta:
“El cambio cultural no comprende ideas claras y distintas, elecciones racionales o actos de habla legitimados por el discurso, sino un arsenal de símbolos, a veces vacíos, a veces afectivamente cargados, que a menudo actúan en el nivel del inconsciente o, a lo sumo, de un preconsciente de supuestos de fondo tácitos en un horizonte implícito…. Esto es, el desarrollo cultural se guía menos por el lenguaje de la identidad, la diferencia, el silogismo, la causa y la sustancia, y más por el lenguaje retórico de la metáfora, la metonimia, sinécdoque y el oximoron”. ([35]).
Mientras la política moderna se desplaza en el terreno del pensamiento racional, los programas, las estrategias, las elecciones racionales; la cultura posmoderna no puede hablar ese idioma, “la cultura no actúa en ese nivel. Sus símbolos proveen las imágenes de los sueños, los mitos implícitos de las identidades comunitarias y nacionales, el horizonte no enunciado de las acciones, los hábitos y las tecnologías tácitas de los cuerpos”. ([36])
Las similitudes aquí también son llamativas. Cuando le preguntan a Durán Barba sobre el rol de palabra y el discurso en la política, en relación al nuevo estereotipo de votante que imagina, responde:
“Antes la política se hacía con palabras que comunicaban ideas. Y hoy, cada vez más, se hace con imágenes que comunican sentimientos”. ([37])
Interrogado sobre como sería el perfil de un candidato ideal, responde: “El de Macri. Alguien relativamente joven, fuera de los esquemas tradicionales. Que transmita sentimientos con imágenes y no ideas con palabras”. ([38]) En la política posmoderna del PRO se puede afirmar que “no importa lo que se dice, lo que importa es la imagen”. ([39])
8. Buenos Aires, ¿ciudad global?
La ciudad de Buenos Aires tiene ciertas particularidades que, sin dudas, contribuyeron al desarrollo del PRO. No es momento para analizar el comportamiento electoral de la capital de la Nación, pero no se puede dejar de señalar que el PRO electoralmente es algo más que una fuerza porteña. Con lo mucho y poco que eso implica.
Tanto en lo político, como en la cultura o el deporte, Buenos Aires expresa otra cosa que el resto del país. Esta particularidad social es perfectamente comprendida por Durán Barba. El consultor de PRO, analizando la última victoria de Macri sobre Filmus manifestó:
“La idea de que la Ciudad “debe integrarse” al país tiene el rechazo del setenta por ciento de los porteños, que pretenden una Ciudad más autónoma. El porteño no se siente tan parecido a los demás argentinos. Se siente especial”. ([40]).
Scott Lash, cuando analiza la cultura posmoderna, afirma que la el sustrato donde se apoya y al cual refleja este nuevo paradigma cultural tiene una representación global, pero con anclajes locales bien diferenciados. Para Lash, la cultura posmoderna es una cultura de élites masificada, los patrones de reproducción cultural de las clases más acomodadas de la sociedad se mercantilizan y se universalizan, pero lo hacen a través de puertos concretos y no como una red. Ya no será el Estado nacional el campo de la nueva cultura, pero tampoco es la globalización como un todo lineal el marco operacional de la desdiferenciación posmoderna de Lash.
“La consecuencia es el surgimiento de una elite global, cuyo punto de identificación es la elite global de otras ciudades semejantes. Así, en las industrias de la cultura global, la elite de San Pablo tiene más en común con sus pares de Tokio, Nueva York, Londres, París, Milán y Los Ángeles que con sus compatriotas brasileños” ([41]). Si este análisis se aplica a San Pablo, ¿qué decir de Buenos Aires? Una ciudad más culta, informatizada, desarrollada en todos sus índices, con una histórica tradición cosmopolita. “No hay nada que se parezca a Buenos Aires”, afirma Durán Barba.
Desde la mirada de Lash se puede justificar mejor un comportamiento social acorde a los parámetros posmodernos en Buenos Aires, que en cualquier otra ciudad del país. Allí radica para Durán Barba buena parte la singularidad política porteña.
9. Familia y rol de la Mujer
Las lecturas posmodernas parten del supuesto de que la familia está en crisis, al menos su concepto tradicional. Y esto también tiene implicancias en la política, en la conformación de las clases sociales, etc.
Muchas de las definiciones y categorías del pensamiento político moderno se fundan en un ideal de familia, pensada como un hogar con un amo, varón, que dirige la casa. Muchas son las voces que afirman que el feminismo y las políticas de género recién en la actualidad pueden pensarse como parte de la agenda pública, independientemente de los avances como el voto femenino y la relevancia de figuras como Eva Perón. La propia Simone de Beauvoir afirmaba que las mujeres estaban integradas al concepto de familia y “condenadas a permanecer al margen (de los acontecimientos políticos, económicos y sociales) en su condición de mujer”([42]).
“¿Pero alguien se ha preguntado qué es realmente una familia en nuestros días?, se interroga Beck y responde que nadie puede decir realmente lo que es en nuestros días una familia, ni en términos económicos, ni sociales ([43]). Para los Beck, la esencia de los cambios se centra en la progresiva igualdad entre hombres y mujeres. “La tensión en la vida familiar se debe hoy a que la igualdad entre hombres y mujeres no puede crearse en una estructura familiar institucionalizada que presuponía la desigualdad…. Al tomar decisiones, la gente toma conciencia de los contrastes en las condiciones de los hombres y las mujeres. Ante la falta de soluciones institucionales, la gente está teniendo que aprender a negociar las relaciones sobre la base de la igualdad. Esto está transformando lo que entendemos por familia”. ([44])
Durán Barba repite esta idea y señala las consecuencias políticas de la misma. La democratización de la sociedad es la consecuencia última de este proceso, que a la vez marca el declive de un tipo de liderazgo.
“Aprendemos a obedecer en la familia, aprendemos las normas del juego de la autoridad en la familia, y la familia antigua fue una familia machista en la que había un padre omnipotente, una mujer secundaria e hijos que eran súbditos sin ningún derecho. Los niños creíamos que nuestros padres eran sabios y poderosos. A ese esquema de socialización en el poder corresponden el general Perón, el doctor José María Velasco Ibarra, el general Lázaro Cárdenas, todos ellos generales, doctores, lejanos, míticos y sobrenaturales. Hoy nos socializamos de otra manera en la familia. Vino una revolución sexual, las mujeres se incorporaron al proceso productivo de mil maneras. Eso tuvo otra serie de consecuencias, pero la principal fue que los niños se criaron en una familia democrática en la que madre y padre comparten poder, en la que los niños dicen, mi nieto me lo dice: “Tenemos poder”. ([45])
La política posmoderna del PRO presupone un alto componente de femeneidad. Los hombres tendrán que incorporar una cuota de femeneidad para “tener éxito en la vida y en la política”. Cuando le preguntaron si la condición de mujer ayudada a la candidatura de Cristina F. de Kirchner, Barba respondió: “El hecho de ser mujer, ahora en Latinoamérica, da unos bonos”. Macri tuvo dos vice jefas de Gobierno mujeres, Gabriela Michetti y María Eugenia Vidal.
10. La revolución del rock
Desde su difusión mundial, el rock siempre estuvo asociado a una concepción contracultural, pero vinculada a visiones políticas y críticas sociales. El pacifismo y el hipismo que enfrentaba la guerra de Vietnam son la postal por antonomasia. Obras como la de Beltrán Fuentes ([46]) se refieren a un derrotero similar del rock en nuestro país, destacando la posición contestataria contra los regimenes militares.
Pero la política posmoderna interpreta que el rock transitó un camino que nació en el liberalismo político pero que culminó en el individualismo. El rock es parte relevante de la cultura posmoderna que contribuye a la desestabilización de los valores políticos tradicionales. El ejemplo del rock es llamativamente utilizado por Lash y Durán Barba.
Para Lash, siguiendo a Bernice Martin, a partir de la década de 1950 en Inglaterra, el crecimiento económico de sectores juveniles fue acompañado por la amplia difusión de la cultura popular, especialmente el rock, “cuya trasgresión de las normas convencionales es mucho más flagrante que la de la cultura popular anterior” ([47]).
Este fenómeno produjo una crisis de identidad en la clase obrera y en los valores políticos tradicionales, por la naturaleza contestataria y crítica del rock y su difusión masiva, imponiendo un nuevo norte político y un diferente sistema de valores, más anclado en lo individual, pero al mismo tiempo crítico de la imposición de patrones colectivos.
Para Durán Barba, el rock también transformó la política contemporánea. Pero fue una “Revolución que tiene que ver con mayor libertad y donde el placer es el norte de la sociedad”. Desde su óptica, el rock también conspira contra los valores tradicionales de la sociedad moderna y si bien conserva su naturaleza contracultural, de despega de los grandes relatos políticos de la modernidad:
“El rock fue la gran herramienta de comunicación del cambio que se genera en los 70 y fue lo que masificó la protesta de la cual los políticos no se dieron cuenta. A la larga, lo que a nivel mundial hace Black Sabbath o lo que hace Charly García remueve los valores de la sociedad tradicional. Miles de jóvenes fuimos a conciertos de rock en todo el mundo, sentimos el impacto de estas nuevas visiones, que eran las otras revoluciones de los 60, que no eran revoluciones socialistas”. ([48])
11. El futuro: pobreza y desigualdad
Todos los autores estudiados debaten en sus obras sobre los distintos peligros que afrontaría la sociedad. Beck hace hincapié en el riesgo ambiental ([49]), Giddens en la guerra nuclear, Lash en la peligrosa preponderancia de los medios tecnológicos. Pero quiero en este punto referirme específicamente a la pobreza y la desigualdad -que también están presente en todos los autores-, como forma de abordar un tema más vigente en la agenda política de la Argentina contemporánea.
No hay muchas razones para ser optimista sobre este punto de acuerdo a la lectura de los autores. Para Giddens, “los movimientos `más allá´ de la modernidad se producen en un sistema global caracterizado por las grandes desigualdades de riqueza y poder”([50]). Igual que Giddens, todos los autores se muestran, al menos, escépticos a la hora hacer un pronóstico acerca de las posibilidades reales de combatir la pobreza y las desigualdades que tiene la sociedad contemporánea.
Beck resalta que los efectos de la modernidad reflexiva sobre la política pueden contribuir a consolidar las desigualdades sociales: “A causa de la individualización, existe una falta de organización política de los pobres. El capitalismo sin clases no significa menos desigualdad en el futuro, sino todo lo contrario… Crea circunstancias institucionales en las que los individuos se ven lejos de sus seguridades tradicionales, mientras que, al mismo tiempo, pierden el acceso a los derechos básicos y a los recursos de la modernidad”. ([51])
Durán Barba elabora una respuesta sobre el tema. Para el consultor del PRO la problemática de la pobreza y la desigualdad no tiene solución sencilla. Desarrolla una explicación de corte subjetivista, donde la pobreza y la desigualdad tienen que ver con la imposibilidad de satisfacer el deseo personal y no tanto con las iniquidades materiales. En una entrevista desarrolla su teoría ([52]):
Durán Barba: La pregunta es: ¿qué es la pobreza? En esto también aplico el pensamiento budista. Cuando el buda original, Siddhartha Gautama, habló sobre las cuatro verdades, la segunda noble verdad es: “Tú sufres en la vida porque anhelas lo que no tienes”. Si no anhelas lo que no tienes, no sufres. Y cada vez hay más cosas que anhelar: el mundo se ha desatado. Las cosas que un joven de 18 años puede anhelar son muchísimas más que hace 30 años. Y cada día asoman más artefactos.
Periodista: ¿Cada generación es, proporcionalmente, más pobre que la anterior porque anhela más?
Durán Barba: Y porque tiene más. Cuando yo era estudiante y venía con mi novia hace 36 años, me bastaba comer una milanesa napolitana en El Palacio de la Papa Frita y comprar una camisa Ridgard’s, sentía que había llegado al paraíso. Cuando mi hijo viene a Buenos Aires, no se conforma con eso.
Periodista: Proyectado al futuro, ¿qué solución tiene?
Durán Barba: No tiene solución. Es la naturaleza humana, seguiremos así.
Esta respuesta posiblemente no dejará satisfecho a todo el que la lea. En lo personal no la comparto. Pero es una idea presente en muchos de los sociólogos contemporáneos que teorizan sobre el futuro de la sociedad. No la explicación en sí misma de Durán Barba, sino la dificultad de encontrar una solución al problema de la pobreza. Ninguno garantiza el tránsito hacia una sociedad donde reine la justicia social.
En un texto llamado “Globalización o Sociedad Mundial: ¿Cómo concebir la sociedad moderna?”, Luhmann manifiesta:
“El peor escenario imaginable podría ser que la sociedad del siguiente siglo tuviera que aceptar el meta código de inclusión/exclusión. Y esto significaría que algunos seres humanos serían personas y otros sólo individuos; que algunos estarían incluidos en los sistemas funcionales mediante carreras (exitosas o no) y otros estarían excluidos de estos sistemas, cuerpos residuales que tratan de sobrevivir al día siguiente; que algunos se emancipen como personas y otros como cuerpos”.
Con frialdad, Niklas Luhmann asume la posibilidad de que los problemas de la pobreza y la exclusión social no puedan resolverse nunca. Igual que Durán Barba.
12. Conclusión
La política posmoderna del PRO encuentra en la “Teoría de la Individualización” de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim y en la “Sociología del Posmodernismo” de Scott Lash fundamentos sólidos y afines, que pueden servir de pilares de su visión de la sociedad. Creo que de la articulación de los dos esquemas se puede trazar una radiografía muy aproximada al marco sociológico de Durán Barba.
Dejando de lado los juicios de valor, el PRO es el primer partido político que se define como posmoderno. No sólo recurre a técnicas y estrategias comunicacionales posmodernas, sino que describe y opera en función en una sociedad concebida como distinta de la que presuponen, al menos en términos programáticos y teóricos, el resto de los partidos políticos nacionales.
Posiblemente esto puede tener un anclaje en la especificidad de la ciudad de Buenos Aires, pero las ideas de Durán Barba señalan un camino irreversible, al menos en muchas de las caracterizaciones que hace de la sociedad contemporánea. Como rasgo de la modernidad, el tiempo tiene la palabra. Y pronto sabremos si la política posmoderna del PRO llegó para quedarse, o si por el contrario es sólo una moda pasajera, con lo efímero y posmoderno que el concepto implica.
* Por Alejandro Gonzalo García Garro
[1] Aunque pueda resultar innecesario, aclaro que la elección del PRO tiene que ver con la elaboración del trabajo y la inquietud académica que el ejemplo puntual despertó en mí. Si debo referirme a mis preferencias políticas, deseo aclarar que soy un militante peronista, no he votado nunca al PRO siquiera. Pese a esto, he tratado en este trabajo de ser lo más objetivo posible, evitando anteponer concepciones políticas personales al análisis y desarrollo del tema. Espero que se haya logrado.
[2] Preferí analizar entrevistas y notas en los medios periodísticos y no los libros y ensayos de Durán Barba. Lo hice con al finalidad de buscar un pensamiento más espontáneo, acorde la praxis política. Leí más de 20 entrevistas y notas (150 páginas aprox), que van desde el 2001 al presente.
[3] No abordaré la distinción tradicional de la posmodernidad política retratada por Jean-François Lyotard, que plantea el fin de los grandes relatos y que tiene su correlato en la discusión sobre la muerte de las izquierdas y derechas. Como dije, centraré el análisis en conceptos sociológicos. Pero a modo de saldar la cuestión y encuadrar en lo posmoderno al pensamiento del PRO, reproduzco el fragmento de una nota Durán Barba.
“Periodista: ¿Cómo juegan en esto las ideologías?
Durán Barba: “Veamos el tema desde la gente. Hemos encuestado reiteradamente en la Argentina: `¿Usted prefiere que el próximo presidente sea de izquierda, de derecha o no le interesa el tema?´ Normalmente, en la Argentina hay un 9/10% que quiere un gobierno de izquierda, un 6/8% que quiere que sea de derecha y un 80% que dice que le importa un rábano el tema”.
[4] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[5] “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”, de Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[6] Prefacio de Scott Lash. “La Individualización a la manera no lineal”, en “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[7] Categorías Zombis. Entrevista a Ulrich Beck, en “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[8] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[9] Giddens, en “Consecuencias de la Modernidad”, analiza extendidamente los cambios en la concepción del tiempo y el espacio. Explica los mecanismos de “desanclaje” de las sociedades modernas y como la propia modernidad reconstruye la relación con el tiempo y el espacio a través de enormes distancias.
[10] “Sociología del Posmodernismo”, de Scott Lash.
[11] “Observaciones de la Modernidad”, de Niklas Luhmann. Ver capítulo 1: “La Modernidad de la sociedad moderna”.
[12] Entrevista del Diario Perfil. Domingo 01 de Julio, año II Nº 0185.
[13] En una nota de Terra Magazine, “Jaime Durán Barba: la política entendida como marketing” (hecha en Ecuador, el 06 de julio de 2007), el consultor del PRO expresaba sobre la campaña de Macri: “Es la primera campaña enteramente posmoderna que se hace en América Latina. Elementos nuevos: nunca una manifestación, ni un solo discurso, ni una concentración, ni una sola caravana. El elector común ocupando el centro de la escena”.
[14] “Introducción a la Política”, de Maurice Duverger.
[15] Nota publicada por el diario “Clarín” en el año 2002, bajo el titulo: “El problema es que la gente ya no quiere ser representada”.
[16] “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[17] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[18] “Sociología del Posmodernismo”, de Scott Lash.
[19] “Elementos de Teoría Política”, de Giovanni Sartori.
[20] Ibíd.
[21] Nota “10 pasos para alcanzar el poder”, de Jaime Durán Barba. Publicada el 17 de febrero de 2007.
[22] Entrevista Revista “Debate”. Julio 2011.
[23] “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[24] Entrevista Diario Perfil. 17 de julio de 2011.
[25] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[26] “Elementos de Teoría Política”, de Giovanni Sartori.
[27] “Metamorfosis de la representación” de Bernard Manin, publicado en el libro “¿Qué queda de la representación política?” publicado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
[28] Entrevista del Diario Perfil. 1 de Julio, año II Nº 0185.
[29] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[30] “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[31] Ibíd.
[32] Entrevista Diario La Nación, domingo 6 de febrero de 2011.
[33] “Partidos y sistemas de partidos”, de Giovanni Sartori. En ese libro, el autor italiano ejemplifica así el concepto e imagen de partido: “Las etiquetas de liberal y conservador, progresista y reaccionario, izquierda y derecha, son ejemplos típicos de las imágenes por obtener las cuales los partidos se hacen maniobras y contramaniobras”.
[34] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[35] Ibíd.
[36] Ibíd.
[37] Entrevista Revista Newsweek. 7 de octubre de 2009.
[38] Entrevista del Diario Perfil. Julio de 2007.
[39] Durán Barba desarrolla con una contundencia implacable este argumento. En un artículo explica: “Es que la revolución tecnológica y en las comunicaciones está arrasando con todos los moldes tradicionales y esto cambió también a la política. Aquí hubo un salto descomunal en el que la gente llegó a convencerse de que la realidad es lo que está en la pantalla. En técnicas de campaña electoral, una publicidad de radio debe ser un estímulo auditivo para producir imágenes de televisión en la mente de la audiencia. Si no, no funciona. ¿Cómo evaluamos una intervención de televisión de un candidato? Le quitamos el volumen y analizamos ahí si es que la imagen que transmite es la que se busca. No importa lo que dice, lo que importa es la imagen. Según los estudios, en el mensaje a través de la televisión las palabras son apenas entre el 10 y el 12%. El resto se divide más o menos en mitades, en las que lo que cuenta es cómo están los ojos, la cara, la ropa, cómo se manejan las manos, qué hay en el entorno, si hay o no iluminación, compañía o soledad. Eso da cuatro veces más mensaje que todas las palabras dichas en un debate. La gente va a ver sus ojos, y ahí es donde va a creerle o no. ¿Creerle qué? No importa. No importa lo que diga, la cuestión es si es creíble o no. Y entonces, si en la víspera el candidato se ha pasado preparando el debate y estudiando estadísticas para ganarle a su adversario, va a la televisión con ojeras, cansado, y perdió el debate, por inteligentísimo que sea y por más buenas ideas que tenga. Nunca ocultar las manos, nunca mover los ojos para un lado y el rostro para el otro. Y más aún, puede hacer todo correctamente y aún así, el candidato aparece y la gente dice: “El tipo miente”. Funcionan otros códigos de mensaje, y sólo testeando muy bien puede uno comprender el porqué de una percepción y, eventualmente, ayudar a cambiarla”.
[40] Entrevista Revista “Debate”. Julio 2011.
[41] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[42] Desde su lectura de la política y la sociedad, Simone de Beauvoir retraba con crudeza a las mujeres y su rol en la sociedad. En su libro “El Segundo Sexo”, Beauvoir describe: “Las mujeres de la burguesía estaban demasiado integradas a la familia para conocer entre ellas una solidaridad concreta; no constituían una casta separada, susceptible de imponer reivindicaciones: económicamente su existencia era parasitaria. Así, mientras las mujeres que hubieran podido participar de los acontecimiento, pese a su sexo, se veían impedidas de hacerlo en función de clase, las de clase agitadora estaban condenadas a permanecer al margen en su condición de mujeres”.
[43] “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[44] Ibíd.
Cabe indicar aquí que Giddens otorga a los movimientos feministas un rol relevante dentro de los movimientos sociales y políticos de la modernidad radicalizada, pero sin vincularlo con la crisis de la familia.
[45] Entrevista del Diario Perfil. Julio de 2007.
[46] “La ideología antiautoritaria del rock nacional”, de Alfredo Beltrán Fuentes.
[47] “Crítica de la Información”, de Scott Lash.
[48] Entrevista del Diario Perfil. Julio de 2007.
[49] Ver “Retorno a la Teoría de la Sociedad del Riesgo”, de Ulrich Beck.
[50] “Consecuencias de la Modernidad”, de Anthony Giddens.
[51] “La Individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas”. De Ulrich Beck y Elisabeth Beck – Gernsheim.
[52] Entrevista del Diario Perfil. Domingo 01 de Julio, año II Nº 0185.