PANDEMIAMIA

VOLVER A SER HUMANES

El aislamiento dispuesto por el Gobierno Nacional a raíz del CoronaVirus en 2020 hizo que todos dejemos de ser personas y volvamos a ser humanes.

Desde la antigüedad el animal humano empezó a socializar.

Dejó su pequeño refugio con su núcleo familiar cuando admitió que el fuego y la carne de chivo eran bienes imprescindibles y escasos, y tuvo que aceptar ciertas reglas para participar de ellos en una oscura cueva comunitaria de Cerro Leones.

Hubo que aprender algo parecido a una sonrisa de agradecimiento, y un respeto al que repartía la carne. Tuvo que tener vergüenza para no hacer todo delante de los demás, y tuvo que aprender a compartir el espacio. Hubo que aprender a cuidar a los propios sin por ello atacar a los ajenos.

Hubo que aprender a decidir grupalmente, y nació esa pequeña ágora alrededor del fuego.

Y así fuimos irguiéndonos, vistiéndonos con ropa y con leyes, así aprendimos a rezar en público y a descreer en privado.

Así nos convertimos en personas, esa metáfora que los griegos crearon para llamar máscaras a todos los humanos.

Porque máscaras somos para poder convivir en sociedad.

Y un día llegó la pandemia a nuestra generación, y se nos empezó a cerrar el espacio de lo común, el espacio de lo colectivo, el espacio de lo público.

Y el miedo, individual y colectivo, nos arrió hacia los hogares de quienes los tenemos.

Taza, taza, salvo para los excluidos de siempre.

Y en esa soledad mínimamente compartida de las cuatro paredes de nuestra familia, descubrimos que es poco lo que necesitamos para subsistir: además del abrigo y del alimento necesitamos afecto, seguridad de cueva nuevamente.

Y el ágora pública del debate quedó en las redes, como cuidando ese fuego de lo colectivo que nos volverá a poner de pie cuando estemos seguros de que sobrevivimos. De que seguimos siendo seres humanes.