“Refutó -por ejemplo- el viejo postulado según el cual es imposible hacer humor oficialista.
El humor- sostenían los ortodoxos- implica siempre la degradación de un valor. Por lo tanto, toda acción humorística será siempre en contra de algo. De aquí se infiere la imposibilidad del chiste a favor del gobierno o del orden vigente.
Los argumentos contrarios de Bermúdez son tan sencillos que su exposición no produce el menor orgullo artístico:
“…Es cierto que el humor se hace siempre en contra de algo, como ya lo sospecho Platón. Para hacer humor oficialista bastaría entonces con burlarse de la oposición.”
En efecto, la presentación del inconformismo y del descontento como estados espirituales ridículos y aun fraudulentos, propugnaba indirectamente la admiración del pensamiento establecido.
De hecho, hoy en día, nuestros mejores humoristas son honradamente oficialistas, tal vez por razones parecidas a aquellas que llevaban a los Hombres Sensibles a desconfiar del humor.”
(Alejandro Dolina, La academia del humor en Flores, Las crónicas del ángel gris)